EXPOSICIÓN: ROSTROS DE ROMA

Compuesta por más 30 bustos de los siglos I a III d.C., la colección Rostros de Roma permite apreciar la importancia del retrato como elemento esencial de la cultura romana, tanto para mostrar la imagen del poder, como para transmitir la manera de vida y costumbres de otras clases sociales, generalmente acomodadas.

Los fondos, procedentes en su totalidad del Museo Arqueológico Nacional (que ahora se encuentra en obras), están repartidos en tres áreas temáticas. Las dos primeras, que llevan por título Monarcas y filósofos e Historia Augusta, recogen retratos de emperadores -Tiberio, Nerón, Domiciano- y miembros de familias imperiales -Livia, Druso Minor, Agripina- que muestran la función de este género en los distintos periodos del imperio. Y la tercera, Cives Romani, expone bustos de ciudadanos ejemplares.

Rostros de Roma. Lugar: Museo Arqueológico Regional. Alcalá de Henares.
Fecha(s): 19/10/2010 - 30/01/2011
Precio: entrada gratuita.

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Felicito a sus creadores y confío en que mi crónica sirva para difundirla entre aquellas personas que aman el mundo romano y consideran a la ciudad de Roma, patrimonio de la Humanidad, como una de las cunas de pensamiento y arte del mundo antiguo y moderno.

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INTRODUCCIÓN

La escritura sólo es imaginable a través de los soportes empleados para albergarla, de los materiales usados para esgrafiarla, tallarla o pintarla. Frente a la cultura oral, cuya única depositaria era la memoria, con el nacimiento de la escritura se dio paralelamente la utilización de múltiples y variadísimos soportes y el desarrollo de muy diversas técnicas para realizarla. Puede decirse que casi cualquier material susceptible de ser inciso o pintado, ya sea de origen orgánico, animal o vegetal, ya inorgánico, piedras o metales, han servido alguna vez como soporte de escritura.

Básicamente la escritura se fija en el soporte por dos procedimientos, por incisión y por trazado, es decir, o bien se inscribe: se graba, esculpe, incide, marca, etc., a veces con incisiones tan débiles que son poco más que rasguños, a veces con rebajes profundos realizados a cincel, dependiendo de la dureza de los materiales; o bien se escribe: se dibuja, se pinta, caligrafía, se imprime; bien con pinceles, plumas, cálamos, lápices, rotuladores, etc., si se trata de escrituras manuscritas, bien con linotipia, cajas, a partir de la imprenta, teclados, soportes magnéticos, etc., y cuantos procedimientos se han desarrollado desde la aparición de las máquinas de escribir y los ordenadores. En el primer caso la escritura se realiza a punta seca, en el segundo, mediante sustancias fijadores, como la pintura o la tinta.

En muchas ocasiones hay una estrecha relación entre el soporte material, la forma de escribirlo o inscribirlo y el contenido de los textos. Cabe suponer que para documentos importantes, textos legales, conmemoraciones de triunfos militares se usa el mármol o el bronce, sobre los que se diseña cuidadosamente la letra y se graba, sobre el costosísimo papiro se pintaban documentos religiosos y simbólicos de los faraones egipcios, pero sobre las paredes de las casas y los muros de las ciudades se pintaban rápidas consignas políticas, mensajes curiosos, obscenos, amorosos, humorísticos, sobre arcilla se anotaban registros de cuentas y relaciones económicas en Mesopotamia, sobre tablillas de cera escribían los niños romanos sus ejercicios escolares, que borraban y volvían a utilizar después, sobre pergamino se iluminaban preciosos manuscritos en la Edad Media con textos literarios, religiosos, científicos; sobre objetos pequeños de oro y metales preciosos o semipreciosos se grababan los nombres de los propietarios o quién y para quién se habían fabricado; en suma, una variedad de materiales, tipos de soportes para una inmensa variedad de tipos de escritos. Bien es cierto que, con la aparición del papel, la escritura conocerá el soporte universal para su difusión, dando cabida a cualquier tipo de mensaje, especialmente desde la aparición de la imprenta.

MARAVILLOSA PRESENTACIÓN SOBRE LAS BIBLIOTECAS DE EUROPA pincha

ALFABETOS, PICTOGRAMAS, IDEOGRAMAS

ALFABETOS

Los alfabetos son la forma de plasmar gráficamente la lengua oral y poder dejar registrado el conocimiento que va desarrollando el ser humano. Su conocimiento nos permite leer y escribir y, por tanto, comunicarnos a nivel escrito.

Más información pincha aquí Alfabetos, abecedarios, silabarios.

FUNDACIÓN ONCE pincha y pincha
CÓDIGO MORSE pincha


PICTOGRAMAS

Un pictograma es un signo que representa esquemáticamente un símbolo, objeto real o figura.Es el nombre con el que se denomina a los signos de los sistemas alfabéticos basados en dibujos significativos.Un pictograma debería ser enteramente comprensible con sólo tres miradas.En el diseño de un pictograma deberían suprimirse todos los detalles superfluos
 

IDEOGRAMAS

Un ideograma es un tipo de logograma que puede representar un objeto, relación abstracta o idea. En ciertas escrituras, como la china, la japonesa o la nsibidi, determinados símbolos representan palabras o ideas completas, lo que quiere decir que su escritura está basada en ideogramas o ideas gráficas.

Las escrituras íntegramente ideográmicas son raras, siendo lo más común que los ideogramas se combinen con otro tipo de logogramas que no representan directamente ideas o conceptos. Los ideogramas suelen formarse por la combinación de pictogramas, caracteres que indican una idea mediante su representación gráfica. Ambas están muy ligadas históricamente, aunque los Ideogramas son posteriores.

JUEGOS SOBRE MITOLOGÍA

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VÍDEOS

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JULIO CÉSAR
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 LA RECONQUISTA
BATALLA LEPANTO
BATALLA WATERLOO
BATALLA DE STALINGRADO
BATALLA DEL DESIERTO
BATALLA DE MIDWAY
GUERRA DEL GOLFO
EN CONSTRUCCION
EN CONSTRUCCION

SOPORTES DE ESCRITURA MODERNOS

SOPORTES ANTIGUOS DE LA ESCRITURA

SOPORTES INSCRITOS

1. Arcilla, cerámica. En sentido estricto la escritura más antigua conocida es la cuneiforme sumeria del 3200 a.C. aproximadamente, conservada en tablillas de arcilla. No obstante, algunos autores consideran que, aunque la escritura entendida como “un sistema de comunicación humana por medio de marcas visibles convencionales” remonta a estas tablillas, no pueden, sin embargo, dejar de considerarse precedentes de la misma -en tanto que sistemas “escritos” de comunicación del hombre-, otro tipo de dibujos, anotaciones o marcas realizadas sobre soportes diversos: los petrogramas (pinturas rupestres), como las pinturas de la India, por ejemplo, o los petroglifos (tallas rupestres), o las diferentes formas de anotar cantidades y cuentas.

La arcilla es, pues, el material sobre el que se conserva la escritura más antigua; incluso las llamadas “cuentas simples” y “cuentas complejas” -fichas que representaban productos, de la zona de la Media Luna Fértil en el Oriente Medio, y que se suelen considerar como una protoescritura precedente de la escritura sumeria- son de arcilla, así como los envases en que se guardaban y las placas sobre las que se anotaban las cantidades y tipos de productos que esas cuentas representaban. La aparición de la alfarería facilitó el uso de la arcilla como soporte escriturario en el cuarto milenio a.C. Formadas placas muy finas, generalmente de tamaños similares, cuadradas y con las esquinas algo redondeadas, y cuando aún estaban húmedas y blandas, se incidían con una cuña de metal, marfil o madera. Su forma, generalmente lisa por la parte en que se escribía y algo convexa por la cara opuesta, facilitaba su almacenaje en nichos, huecos de la pared, nidales, que constituían así los primeros archivos. La función de las tablillas, básicamente registros de contabilidad y actividades burocráticas, administrativas y comerciales, de los palacios sumerios, se ajustaba plenamente a las necesidades para las que habían sido creadas. Sin embargo, este material era pesado, de difícil transporte y muy frágil, y no facilitaba el desarrollo de la escritura como instrumento de expresión literaria, ni la aparición de bibliotecas como fondos de almacén y conservación de “libros”.

Junto a la arcilla, la cerámica, los ostraka, terracotas, vidrio, que se graban antes de su cocción definitiva. No obstante, la mayoría de estos elementos pueden servir como soporte de escritura pintada y no incisa.

2. Madera, tablillas de cera, corteza de árboles. Huesos. La madera fue otro de los materiales usados con profusión desde tiempos remotos. Ya utilizada, al parecer, en época sumeria, tuvo un empleo considerable en Egipto, junto al papiro. Tenía la ventaja de ser más abundante, barata y fácil de preparar. Podía usarse para grabar mensajes sin estar protegida o preparada, como hoy puede hacerse, pero su uso no deja de ser pasajero en esos casos. Normalmente se trataba recubriéndola de cera o blanqueándola con barniz; también se les aplicaba en ocasiones una capa de estuco en lugar de la cera. Cortada en formas regulares constituía tablillas que podían igualmente almacenarse. Se formaban dípticos con ellas, e incluso se les añadía una especie de asas para sujetarlas.

En Grecia y Roma las tablillas enceradas fueron el principal soporte de escritura, tanto para uso público como privado. Se conservan algunas de ellas que contienen textos literarios, como los griegos de las fábulas de Babrio y poemas de Calímaco en Leyden y Viena, o de diverso tipo como las tablillas latinas de Pompeya, y son múltiples las referencias que pueden encontrarse, tanto en autores griegos, como latinos, sobre el uso y la difusión de las tablillas. Denominadas en griego: pinakis, deltion, pyktion o grammateion y en latín: tabulae, tabellae, pugillares, cerae, podían contener cualquier tipo de escrito, desde declaraciones de guerra, poemas, cartas, documentos de negocios privados a ejercicios de escuela. Algunas tablillas se preparaban especialmente blanqueándolas con barniz o cal, las llamadas en griego leykoma y en latín tabulae dealbatae o album, y se utilizaban para documentos importantes, leyes, edictos, etc. En las tablillas de cera se esgrafiaba el texto con facilidad, con un estilo metálico u otro objeto punzante; y se borraban de manera también sencilla: normalmente los estilos tenían en el extremo opuesto a la punta, un acabado romo en forma de espátula con el que se raspaba la cera, se aplastaba y alisaba, reutilizándose nuevamente; esto era especialmente cómodo en la escuela. Con las tablillas, como muestra el mundo romano, se podían formar dípticos, trípticos y hasta polípticos, denominados caudices, de donde se pasaría después a la designación de los libros, en el sentido que universalmente tienen, cuando surgieron en los primeros siglos de la era cristiana, es decir, los códices. Estos polípticos, provistos de asas, se colgaban por medio de alambres tensados y se guardaban en los tablinia o tabularia, esto es, los archivos romanos.

La madera también se usó en China para fabricar sellos, junto con la cerámica o el bronce, sobre la que se grababan signos. Si bien, en muchos casos la madera, así como otros materiales, tales como el bambú, las cortezas de árboles como el abedul o el áloe, los huesos de tortuga u otros animales, aunque pueden ser incisos, se suelen usar como material sobre el que se dibuja o pinta la escritura. La escritura antigua de pueblos germánicos, las llamadas runas, también aparecen incisas en objetos de madera: varas, cofres o cajas.

Al igual que la madera, los huesos de ballena, tortuga y otros animales diversos también aparecen en diferentes civilizaciones como soportes de escritura, aunque mayoritariamente se pinta en ellos, también los hay incisos, con muescas y signos en épocas prehistóricas en Europa, en las runas, o en civilizaciones como la maya y la azteca, en América. También entre los árabes en la Edad Media se usaron los huesos incisos para esgrafiar textos mágicos e, incluso, versos del Corán.

3. Piedra y metales. La piedra es el material más consistente, no necesita preparación y es casi indestructible, salvo por la acción del propio hombre o de desastres naturales. Es el soporte por excelencia de la epigrafía griega y, especialmente, de la romana. En piedra se grababan las inscripciones triunfales, votivas, sepulcrales, decretos, etc. Dentro de los diferentes soportes, el más apreciado y noble era el mármol, bien pulimentado, de múltiples variedades locales. En Roma, aunque escaso hasta finales de época republicana, su uso se incrementó en época imperial. Además del mármol, el granito, basalto y cualquier tipo piedra en general. Entre los metales, el bronce es, sin duda, el más importante; resultaba muy costoso y difícil de grabar, pero era muy apreciado para escribir documentos jurídicos como decretos, leyes, diplomas militares, leyes de de patrocinio y hospitalidad, etc.; además tenía la ventaja sobre el mármol de su mayor movilidad.

Para grabar una escritura sobre la piedra se realizaban una serie de actividades bien definidas: primero se cortaba la piedra, daba forma, y se hacían molduras, o decoraciones. Los encargados de estas tareas eran el lapidarius o el marmorarius A continuación, partiendo de un texto dado, posiblemente anotado en tablillas de cera, papiro u otro material, se diseñaba el espacio epigráfico que iba a ocupar en la piedra y se dibujaban las líneas, por donde debían trazarse las letras, así como las formas de éstas, con yeso, carbón o materia similar; esta labor la llevaba a cabo el ordinator, después se pasaba a esculpir la piedra, realizando una profunda incisión de corte triangular, cuadrada o semicircular, según la sección del instrumento, un cincel. Esta labor la realizaba el lapicida o sculptor. No obstante, no todas las piedras o metales necesitan de estas fases en su elaboración. Generalmente esto se daba en inscripciones monumentales públicas, o sepulcrales privadas, pero de letras capitales y realizadas con intención de perdurabilidad y de exposición pública. Piedras, bronce, metales diversos aparecen en inscripciones antiguas también en China, como las escrituras del gran sello del período Zhou occidental (1028-771 a.C.); se conocen inscripciones de los primitivos períodos de la India en láminas de cobre.

Junto a ellas merecen un capítulo aparte las inscripciones de carácter privado realizadas sobre plomo generalmente, de ejecución espontánea y rápida, habitualmente escritas en caracteres minúsculos y cursivos: las tablillas imprecatorias o defixorias, tabellae defixionum. Son textos de maldiciones y conjuros contra personas, donde se invocaban a las divinidades infernales, se “echaba mal de ojo”, o, por el contrario, se pedía protección; estos textos se esgrafiaban con un objeto metálico punzante, stilus, u otro similar y a veces se escribían del revés, boca abajo, de derecha a izquierda y se solían enterrar para no ser descifrados ni descubiertos. Se dieron a lo largo de la historia de Roma, en época republicana e imperial, e, incluso, más tardíamente. El plomo, así como otros materiales servían también para otras anotaciones rápidas o referidas a actividades cotidianas. La forma de incisión no necesitaba preparación previa ni del material, ni siquiera de dar forma al soporte, en todo caso cortarlo para reducir el tamaño, ni, por supuesto, de diseño previo del texto; se trataba, pues, de un esgrafiado directo de la escritura sobre la superficie. Cabe señalar, en este sentido, la pizarra, como soporte de escritura, de fácil grabado, ya que cualquier punta metálica, incluso otra pizarra o piedra de mayor dureza puede esgrafiarla. Se conocen pizarras escritas de época visigoda, en las zonas de Ávila y Salamanca fundamentalmente, que contienen textos como documentos de venta, ejercicios escolares, actividades agrícolas, etc., también contienen números o dibujos. Igualmente se conservan textos en pizarra de los siglos XIII y XV procedentes de Irlanda que contienen textos mezclados en latín y antiguo irlandés con recetas de cocina y textos religiosos, procedentes de un monasterio.

Entre los metales, hay que mencionar, además toda la serie de anillos de oro, objetos de bronce, fíbulas y objetos en general incisos que en epigrafía se conocen bajo la denominación de instrumenta domestica. Entre ellos, por su especial técnica de grabado y la dificultad misma que entraña, cabe destacar las inscripciones, así como relieves y esculturas, en marfil de colmillos de elefante, práctica usada en la Antigüedad en el Sureste asiático y en la zona central y este de Egipto.

Un grupo especial de escritura espontánea y directa sobre soportes duros son los grafitos sobre roca, piedras en general, muros, etc., si bien los más frecuentes son pintados, como los conocidos de Pompeya, también se encuentran esgrafiados en rocas, cuevas y abrigos naturales, catacumbas, muros o paredes diversas. Se conocen de todas las épocas y su práctica se ha prolongado hasta la actualidad, aunque preferentemente como graffiti pintados.

Las diversas durezas de los materiales y la incisión que en ellos podía producirse en función del objeto utilizado, metálico o no, de punta más afilada o más roma, en función de la intencionalidad misma y de si era de ejecución rápida y espontánea, como los graffiti, o por el contrario, de cuidadosa preparación, todas estas circunstancias, en suma, pudieron influir en la esquematización y estilización progresiva de formas de la escritura, en los cambios operados en la cursivización de la forma de las letras o en la tendencia a abreviaciones (aunque en este caso también influyó decisivamente la escritura pintada en papiros y pergaminos, debido a la tendencia al ahorro de espacio, dado lo costoso de los materiales).

SOPORTES ESCRITOS
La mayoría de los materiales antes mencionados sirven o han servido de soporte de escritura dibujada o pintada. La técnica para realizarla varía considerablemente, así como los instrumentos usados. En lugar de cincel y martillo para esculpir las letras, o instrumentos punzantes, estilos metálicos, puntas afiladas de piedra o metal, se usan pinceles fabricadas con pelos de marta o ardilla, plumas de oca u otras aves, tintas diversas, fijadores de tinta, barnices. Las superficies no se inciden, rebajan o tallan, sino que se dibujan, pintan o se imprime sobre ellas. Pero entre los diversos materiales que se pintan y no se inciden, tres son los fundamentales y de los que puede afirmarse que han transformado la historia de la escritura y, con ella, la historia de la cultura: papiro, pergamino y papel.

Los otros materiales, ya sean de origen orgánico, vegetal o animal, ya sean inorgánicos, piedras o metales, se han usado también para textos pintados (escritos y no inscritos) en todas las épocas y lugares. Así la arcilla y la cerámica, los ladrillos de barro cocido u otros objetos, aparecen pintados en Egipto, junto a rótulos en tumbas y, por supuesto, papiro, pero también junto a los textos inscritos en las piedras. Las sedas y otras telas se usaban tanto en Egipto como en el mundo asiático.

La madera se barnizaba y se podía pintar con tintas, tanto en el mundo occidental como oriental; de hecho, el bambú, el áloe, y otros árboles o sus cortezas se pintaban en China, India, en Egipto, o en las civilizaciones de América central. De la India, por ejemplo, se conservan fragmentos de escritos realizados por los budistas, a comienzos de la era cristiana, en folios o láminas de madera, fundamentalmente de dos variedades de árbol, áloe y abedul. Sobre esas láminas, cortadas, pulidas y barnizadas, se pintaba la escritura. Dentro del ámbito romano un caso muy particular es el conjunto de las Tablillas Albertini, llamadas así en honor al primer investigador que las estudió. Son textos escritos en cursiva romana del siglo V d.C., en época vándala, procedentes de Túnez. Se trata de un conjunto de cuarenta y cinco tablillas de madera, de cedro la mayoría y algunas de láminas de arce, y otras probablemente almendro y álamo o sauce. Sin embargo, la técnica de escritura no es por incisión, sino mediante pintura realizada con cálamo y con tinta negra. En las culturas maya y azteca era característica la escritura pintada sobre amatle, especie de láminas largas realizadas con la corteza interior de algunos tipos de higuera. La superficie se cubría con una capa fina de barniz blanco sobre la que se pintaba con colores vivos.

En China los primeros testimonios de escritura conservados son los llamados “huesos oraculares” o “huesos de dragón” -en realidad caparazones de tortuga, escápulas de buey, con signos, a veces incisos, pero también pintados con tinta negra y roja; contienen anotaciones adivinatorias y mágicas de la época de la dinastía Shang (hacia 1766-1122 a.C.). Su antigüedad compite con la de las placas de bronce grabadas con textos de similar contenido.

La piedra y la roca se pintaba en Grecia y Roma, como los ya citados graffiti pompeyanos. Se conocen en España, por ejemplo, también grafitos pintados en la Cueva Negra de Fortuna, en la provincia de Murcia, de los siglos I-II d.C.

En definitiva, cualquier soporte podría utilizarse para pintar cualquier mensaje, por medio de cualquier instrumento o recurriendo a cualquier técnica, incluso, puntualmente, hasta los más insospechados; en principio, no sólo la piel humana, como cuando se anota con un bolígrafo un texto o, por el contrario, se tatúa, sino hasta la sangre, por citar aquella mención conocida de época del emperador Constantino, quien permitió grabar el testamento con la propia sangre sobre la espada o el escudo o en el polvo del suelo a sus soldados moribundos.

1. Papiro. Uno de los rasgos característicos de la cultura egipcia, junto con la escritura jeroglífica o el arte monumental de las pirámides, es, sin duda, el uso del papiro, una planta palustre de la familia de la ciperáceas (cyperus papyrus), que crecía abundantemente gracias al clima y carácter cenagosos de las márgenes del río Nilo en Egipto, así como en Siria, Etiopía y Palestina. Actualmente crece en pequeñas cantidades en Sicilia, si bien no se sabe con certeza si es autóctona o fue importada por los árabes en la Edad Media. El papiro se usaba con múltiples fines en el antiguo Egipto, como alimento rico en fécula, como materia prima para elaborar cestas, cuerdas, ropas, velas, calzados, incluso pequeñas barcas fluviales; para vendajes, ungüentos y fármacos; como planta aromática y como soporte de escritura. Para este uso la planta se cortaba y se preparaba in situ, aún fresca. Se aprovechaba la parte central del tallo, de sección triangular, se cortaba en láminas (philyrae) que se colocaban superpuestas y entrecruzadas sobre una tabla humedecida, formando capas (schedulae) que constituían la trama característica del papiro. Se golpeaban (bataneo) un poco para alisar el tejido, se prensaban y luego secaban al sol; para alisarlas se pulimentaban con un objeto de marfil o un caparazón de molusco. Las hojas resultantes (plagulae) se unían entre sí con una pasta de pegamento formada con agua, harina y vinagre, superponiendo el borde derecho de cada hoja sobre la siguiente y así facilitar el paso de una a otra del cálamo a la hora de escribir. Se formaban así los rollos de papiro, generalmente compuestos de unas veinte hojas, que se denominaban tomus, volumina, chartae. Era un material flexible, de tacto sedoso y brillante, con una tonalidad de blanco hueso. Existía una gran variedad de calidades de papiro, según el grueso de las hojas, la textura, el mejor o peor acabado de cada fase de preparación; se conocen diferentes tipos de época romana, pero, al parecer, los de mejor calidad y más finos eran los más antiguos egipcios, siendo los fabricados en época de los faraones Ramsés los mejores. Sobre el papiro se escribía con un cálamo hecho del tallo del junco, cortado a bisel.

El papiro favoreció la proliferación y difusión de la escritura y, con ella, de la literatura. Se exportó a Grecia y Roma y fue el soporte más preciado de la escritura. Puede decirse, igualmente, que surgió el libro en el sentido moderno del término por lo que se refiere a la copia y distribución de ejemplares. Se sistematizaron los archivos, aparecieron las bibliotecas y la comercialización de ejemplares. No obstante era un material raro y carísimo, cuya producción fue disminuyendo con el tiempo, sobre todo a partir del s.III d. C. En época romana era tan cotizado y lujoso que sólo algunas personas tenían acceso a él.

Por otra parte la conservación del papiro requería un cuidado especial. Los rollos se guardaban en recipientes de madera o de arcilla, para preservarlos de los insectos y se impregnaban de aceite, con lo que adquirían el tono amarillento característico. Sin embargo, la humedad y el calor eran sus enemigos fatales, de ahí su escasa conservación. Otra de las causas de la progresiva desaparición de textos escritos en papiro fue el que, debido al deterioro e, incluso, a la evolución de la escritura que convertía los antiguos textos en poco legibles, éstos se copiaron en pergamino, desapareciendo los primitivos escritos “originales” en papiro. Con la aparición del pergamino, más consistente, más abundante, aunque de laboriosa preparación también, el uso del papiro fue disminuyendo, especialmente a partir de los siglos III y IV d.C. Con todo se siguió utilizando durante la Antigüedad Tardía y Alta Edad Media, especialmente para documentos de cancillería imperial y pontificia, en las monarquías longobarda, carolingia, etc. El documento más antiguo conservado en papiro pertenece a la Tumba de Hemaka en Sakkara, correspondiente a un alto dignatario de la I dinastía egipcia, hacia el 3000 a.C. Entre los documentos conservados en papiro cabe destacar: diversos fragmentos de Fayum y Oxyrhynchus en Egipto, Los papiros de Herculano, Dura Europos y Palestina. Los de Rávena, documentos privados del siglo V al X d.C. Privilegios y documentos de la Cura Pontificia de diversos períodos, siendo el más antiguo el que contiene una epístola del Papa Adriano I a Carlomagno del 788 d.C. Existen también algunos códices medievales en papiro, si bien son muy escasos, como los que contienen textos de Flavio Josefo o de Hilario de Poitiers.

2. Pergamino. Es la piel de un animal, generalmente ternera, cabra, oveja o carnero, tratada de forma especial para conseguir este soporte de escritura. Alguna vez se usan otros animales, pero de forma excepcional, como el antílope, con el que se fabricó el códice bíblico conocido como Codex Sinaiticus. El pergamino se obtiene a partir de la dermis de la piel del animal. Ésta se dejaba en remojo en agua durante un prolongado período de tiempo, después se le daba una lechada de cal para eliminar la epidermis, evitar que se pudriera y facilitar la eliminación del vello, que se hacía a continuación; finalmente se raspaba el tejido subcutáneo. Hasta este punto el procedimiento era idéntico o muy similar, tanto en el proceso de curtir el cuero como en el de fabricación del pergamino. Para ésta, una vez reducida la piel a una capa fina y limpia de la dermis se estiraba y tensaba sobre un bastidor, donde se goteaba, se raspaba con cuchillas de acero, pasando a continuación un trapo húmedo con agua y polvo calizo; esta operación se repetía varias veces, de modo que, a base de secar y mojar la piel tensa, se producía un reordenamiento de las fibras de colágeno que daban el aspecto característico de la trama del pergamino. Una vez quitada la piel del bastidor, se apoyaba sobre un caballete y se volvía a rascar, ahora en seco, con cuchillas de cierta curvatura, para hacerla aún más fina y flexible, luego se pulía con piedra pómez. Con las virutas que se desprendían del raspado se fabricaba la cola de pergamino, usada para teñir lana, para pinturas y para encolar papel.

El nombre le viene de Pérgamo, ciudad de Asia Menor, fundada por Filetero en el 238 a.C. Según el autor latino Plinio, el rey Atalo I fundó la biblioteca que alcanzó su apogeo con el rey Eumenes II (197-158 a.C.), llegando a tener 200.000 volúmenes. Esta biblioteca competía con la de Alejandría, por lo que, según la tradición, el rey egipcio Ptolomeo Filadelfo dejó de suministrar papiro a la ciudad de Pérgamo, ante lo cual se desarrolló y perfeccionó en ella la fabricación de este soporte de escritura que terminó por sustituir al papiro. El primer testimonio de uso de pergamino es, con todo, antiquísimo: data del 2700-2500 a.C., durante la IV dinastía egipcia. Según Herodoto y Ctesias era muy usado entre los persas; el pergamino más antiguo conservado es, sin embargo, del siglo II a.C., contiene un texto griego y procede de Dura Europos. Entre los griegos recibía el nombre de dipthéra y entre los latinos el de membrana, nombre con el que era conocido mayoritariamente durante toda la Edad Media, así como el de charta membranacea. La denominación de pergamino arranca de la expresión membrana pergamenea usada por primera vez en el edicto de Diocleciano del 301 d.C., conocido como Edictum de pretiis rerum venalium; el término pergamenum fue usado por San Jerónimo (330-420). El pergamino fue el soporte por excelencia a partir de los siglos III y IV, hasta la introducción del papel por los árabes en Europa a finales del siglo VIII. Después de la difusión de éste, siguió siendo el material preferido para los códices miniados o iluminados durante mucho tiempo.

3. Papel. La tradición atribuye el descubrimiento del papel a Tsi Lun, un oficial del emperador chino de la dinastía Han, en el año 105 d.C. Se conservan unas cartas del 137 d.C. La invención del papel triunfó definitivamente en China, desplazando a los habituales soportes como el bambú, la seda, la madera o el hueso. Este material, convertido en el soporte universal de la escritura, tardó, sin embargo, bastante tiempo en difundirse en Occidente. Al parecer los árabes lo copiaron a partir del 751 d.C., al descubrir entre los prisioneros de guerra, tras una victoria sobre los chinos cerca de Samarkanda, a algunos artesanos de la fabricación de papel. Pero hasta los siglos X y XI no empieza realmente a ser usado en Europa y, con todo, tardará en desplazar al pergamino. Sin embargo, puede decirse que la difusión del papel y su utilización masiva ha constituido uno de los avances mayores en la historia de la cultura, comparable al de la imprenta y estrechamente relacionado con ella.

El papel fabricado en China contenía un elemento de origen vegetal: se extraía a partir de una monocotiledónea (morus papyrifera sativa), sin embargo, deja de fabricarse con ella a raíz de su difusión por Asia Central y luego por el Próximo Oriente y, finalmente, por Occidente. Los elementos básicos serán los trapos de lino y el cáñamo. Se deshacían en unas pilas y se dejaban macerar y fermentar en agua, para conseguir una pasta muy fina, a base de golpearla con martillos o con piedras de molino. Se formaba así un producto de fibrillas de celulosa que se depositaba en una cubeta metálica a temperatura constante, en la que se introducía un tamiz rectangular rodeado por un marco de madera, llamado forma y constituido por filamentos entrecruzados que componen una trama. Según la disposición de estos filamentos, así eran las formas y así daban lugar a distintos tipos de hojas, ya que con este utensilio se recogían las materias en suspensión que tenía la pasta de papel y con ellas se formaba una fina película que se extendía sobre un fieltro y así comenzaba a secarse. Las hojas resultantes se prensaban para alisarlas. Después se encolaban de una en una. Los árabes perfeccionaron mucho el usos de gomas para encolar a base de resinas o engrudos de almidón. Las hojas del papel suelen llevar una marca del fabricante, denominada filigrana, de origen italiano y documentada a partir de 1280. La fabricación de papel se propagó rápidamente en los siglos XI y XII en Córdoba, Sevilla, Granada y Toledo. En Játiva había una fábrica importante hacia 1150, si no antes, y se encuentran restos de molinos papeleros en muchas zonas. Su éxito se debió a la abundancia de esparto, producto característico del primitivo papel español. Las fábricas italianas proliferaron también a partir del siglo XIII, siendo especialmente famoso el de la villa de Fabriano o las de Bolonia, Prato, Toscana, Génova, etc. y el uso del papel terminó por imponerse definitivamente en toda Europa. La fabricación del papel artesano culmina en el siglo XVIII con las fábricas de Cataluña, sin duda entre las principales y de mayor calidad de Europa, antes de la fabricación del papel industrial en los siglos XIX y XX.

EJERCITO ROMANO

CONCEPTOS SOBRE EL EJÉRCITO ROMANO

CENTURIAS
Unidad básica de combate de la legión compuesta por 100 ó 80 infantes, dependiendo de la época y mandada por un centurión. Cada legión disponía de 60 centurias.

CENTURIÓN

Jefe de una centuria en el ejército romano. Eran oficiales que ascendían desde el puesto de legionario después de más de 20 años de experiencia militar. Su distintivo era un sarmiento de vid. Dentro de los centuriones había diferentes categorías según la clase de soldados que mandaban. Cumplían un papel fundamental; de ellos dependía la instrucción, el equipamiento, la seguridad del campamento e incluso aconsejaban antes de las batallas a sus mandos superiores

COHORTES

Unidad táctica del ejército romano. Estaba mandada por un tribuno militar y compuesta por 600 hombres, por lo que en la legión había 10 cohortes.

CÓNSUL

Cada uno de los magistrados que en la época de la República tenían durante un año la autoridad suprema del ejército. Dirigían las operaciones conjunta o alternativamente. Negociaban en nombre del Estado las treguas y tratados de paz.

DECURIÓN

Oficial de caballería que dirige una unidad táctica denominada decuria. Está al frente de diez jinetes.

GLADIUS

Espada romana corta, ancha y de doble filo que utilizaban los legionarios y también un tipo de gladiadores.

GUARDIA PRETORIANA

Cuerpo especial, creado con el Imperio que actuaba como la guardia personal del Emperador. Tenían sus cuarteles cerca de Roma y estaban dirigidas por el prefecto, comandante de la plena confianza del emperador.

LEGADO MILITAR

Jefe supremo de la legión durante el Imperio. Este cargo fue creado por Augusto. Lo nombraba y destituía libremente el emperador.

LEGIÓN

Cuerpo del ejército romano creado por el rey Servio Tulio. Estaba compuesta por soldados de infantería, caballería y máquinas de guerra. Cada legión contaba con 300 jinetes y 6000 infantes, aunque en un principio sólo eran 4200. El número de legiones varío según la época, alcanzando las 30 con el emperador Trajano.

LIMES

Los romanos llamaban así a la frontera que marcaba el límite de su imperio. Especialmente hacía referencia a la frontera del Rin con los germanos.

LORICA

Coraza que protegía a los soldados de la legión

MANÍPULO

Cada una de las 30 unidades tácticas en las que se dividía la legión. Se componía de 200 hombres.

MAQUINARIA MILITAR

Artillería de origen griego, utilizada por los romanos sobre todo durante los asedios para lanzar flechas (catapulta), piedras (ballesta) o derribar muros o puertas (ariete).

PATRICIOS

Descendientes de los primeros senadores romanos establecidos por Rómulo. Todos ellos formaban la clase social privilegiada, que se oponía a los plebeyos.

PLEBEYOS

Los plebeyos eran ciudadanos que se establecieron en Roma tras su fundación y únicamente poseían derechos civiles.

PREFECTO

Cargo de plena confianza del emperador que dirigía la guardia pretoriana; cuerpo especial que actuaba como la guardia personal del emperador.

ROSTRUM

Espolón que llevaban los barcos de guerra para embestir o defenderse.

TESTUDO

Cuando los legionarios atacaban, lo hacían en formación cerrada, la llamada tortuga, testudo, que consistía en colocarse el escudo sobre las cabezas. De esta manera se protegían de los ataques enemigos (flechas, lanzas, piedras, aceite hirviendo). A veces, incluso otros legionarios se subían encima de los escudos de sus compañeros para salvar desniveles.

TRIBUNO MILITAR

Jefe militar nombrado por el Senado o el emperador que dirigía una de las seis cohortes que había en cada legión. Cada legión tenía 6. No eran soldados de carrera, sino nobles o miembros del orden ecuestre que tenían que servir provisionalmente en el ejército de forma inexcusable dentro de su carrera política.

TRIUNFO

Desfile militar triunfal de entrada en Roma, atravesando la Vía Sacra del foro y finalizando en el Capitolio. Todo ello acompañado de actos rituales y alabanzas.

TROPAS AUXILIARES

Soldados que no eran ciudadanos. Procedían mayoritariamente de provincias fronterizas. Se incorporaron como tropas especializadas, arqueros, caballería...

EJÉRCITO GRIEGO

Los ciudadanos de las diferentes poleis eran los verdaderos protagonistas del ejército helénico, ya que la defensa del territorio y la lucha por los intereses de la patria se consideraban un derecho reservado a ellos. La educación helénica se culminaba con la preparación militar por la que los nuevos ciudadanos se convertían en soldados, siendo requeridos por el Estado durante los próximos cuarenta años para participar en operaciones ofensivas.

El pilar del ejército helénico estaba en la infantería, ocupando la mayor responsabilidad los llamados hoplitas, soldados equipados con armamento pesado que debían costearse de su propio peculio, aunque en ocasiones Atenas sufragó los gastos del material militar de los efebos. Dos eran las armas ofensivas del hoplita: la espada y la lanza. La espada se empleaba para el combate cuerpo a cuerpo. Recibía el nombre de xiphos y era de reducidas dimensiones -apenas medio metro de longitud-. Con el mismo filo por ambos lados, la hoja era más estrecha junto a la empuñadura y se iba ensanchando hacia el centro para rematarse en la punta de manera suave. La espada se portaba en el interior de una vaina que colgaba a la altura del pecho izquierdo, sujetándose por un tahalí que cruzaba el cuello por el hombro contrario. De esta manera, se podía apretar la vaina contra el cuerpo con el brazo izquierdo, el que portaba el escudo, mientras que con el derecho se sostenía el arma, sin ofrecer blanco al soldado enemigo. En la fuerza de los golpes y acometidas estaba la eficacia de la espada. La lanza medía más de dos metros, estaba realizada en resistente madera y se remataba con una punta de hierro. Para facilitar su manejo, la parte central del asta era engrosada con tiras de cuero, lo que proporcionaba mayor acierto en el lanzamiento. La lanza era la pieza clave de la ofensiva hoplita.

Cuatro eran los instrumentos defensivos del hoplita. El escudo (hoplon) era la principal arma defensiva. De constitución circular, su diámetro medía casi un metro. El armazón que lo constituía era de madera, cubriéndose la superficie externa con una protección de cuero o, en ocasiones, de bronce. En el centro del escudo se colocaba un adorno de metal, normalmente figuras protectoras. El escudo podía estar decorado con motivos grabados o pintados. La tenacidad en el combate venía simbolizada por el escudo; arrojar el escudo era sinónimo de cobardía y traición ya que se debilitaba la formación.

Una coraza o peto llamado thorax protegía el pecho del hoplita. Generalmente estaba constituida de dos placas metálicas de forma cóncava que dejaban al descubierto los brazos, llegando hasta la cintura. El material con el que se realizaba la coraza era habitualmente bronce pero también se fabricaron corazas de cuero y grueso lino, reforzadas con placas metálicas. La parte inferior del tronco era protegida por tiras de cuero que colgaban de la cintura, alcanzando hasta los muslos.

Un casco metálico protegía la cabeza del hoplita, acolchándose su interior con un forro de fieltro o cuerpo. Existían diferentes tipos pero por lo general presentaban forma cónica o aguda. Una retrovisera que se prolongaba por detrás protegía la nuca.

Las grebas eran unas canilleras de metal que se colocaban en las piernas para proteger desde la rodilla hasta los tobillos, mientras que sandalias o borceguíes de cuero cubrían los pies del soldado. Ya que el equipo era pesado, el hoplita debía salir al campo de batalla ayudado por un auxiliar, habitualmente un esclavo.

En los ejércitos de las poleis también luchaban, junto a los hoplitas, unidades de infantería ligera. Estos soldados carecían de protecciones en sus cuerpos, especializándose en el manejo de armas arrojadizas, especialmente jabalinas. Su estrategia consistía en acatar por sorpresa y retirarse del campo de batalla. Las jabalinas solían medir poco más de metro y medio, rematándose con una punta metálica. Empleada fundamentalmente para la caza, los jóvenes estaban familiarizados con su uso, siendo empleada también por la caballería. Sin embargo, los hoplitas no disponían de este tipo de armas ya que se consideraban más efectivas la lanza y la espada.

Algunas ciudades poseían unidades de arqueros y honderos, destacando entre ellos los soldados cretenses. La participación de estas unidades no resultaba decisiva en el desenlace de la guerra, pero servían de apoyo como desgaste sobre las formaciones de hoplitas. Como proyectiles se podían emplear piedras, pero habitualmente la munición eran balas en forma de bellota, realizadas en barro cocido o plomo, que recibían el nombre de glandes.

El estratega ateniense Ifícrates, en el siglo IV a.C., configuró un cuerpo especial de mercenarios de infantería ligera, tomando como modelo los soldados tracios que participaron en la Guerra del Peloponeso. Se les denominó peltastes, ya que portaban un ligero escudo de mimbre llamado pelta o pelte. Una jabalina y una espada serían sus armas de ataque, careciendo de elementos defensivos. Su baza estaba en la rapidez y la movilidad , consiguiendo algunos éxitos frente a los pesados cuerpos de hoplitas.

La caballería no era una fuerza militar de gran importancia en los ejércitos helénicos, ya que sólo un pequeño sector de la ciudadanía podía permitirse sufragar los gastos del equipo y del caballo, por lo que estos contingentes no eran muy abundantes. El papel de los caballeros sería casi exclusivamente auxiliar, dedicándose a la exploración y a la protección de las tropas de infantería, al hostigamiento a distancia o a la persecución del enemigo durante su huída.

Una civilización volcada al mar como la griega disponía de un importante contingente de barcos de guerra, en los que habitualmente servían los ciudadanos sin recursos. Los principales barcos eran los llamados trieres o trirremes, naves con tres filas de remeros. Los trirremes medían entre 35 y 45 metros de eslora y unos seis de manga, alcanzando su calado escasamente un metro. Capaz de transportar unos doscientos hombres, desplazaba unas ochenta toneladas. La nave estaba fabricada en su totalidad de madera de abeto, excepto la quilla en la que se empleaba madera de encina. En la proa se ubicaba el espolón con el que se embestía a los barcos enemigos, decorándose con dos ojos que servían de protección. La popa se remataba con una figura en forma de cuello de cisne o de voluta llamada aplustre. El trirreme sólo contaba con un mástil con una vela cuadrada, aunque a veces se aumentaba con una pequeña mesana de la misma forma. Como timón se empleaban dos largos remos dispuestos a cada lado de la popa. En tres filas superpuestas se disponían los remeros, denominados tranitas, zeugitas y talamitas. Los tranitas se colocaban en la parte superior de la nave, manejando los remos más largos. El centro estaba reservado para los zeugitas mientras que los talamitas ocupaban el fondo de la nave, pasando los remos de ambos grupos por unas portas abiertas en los laterales del trirreme. La tripulación de la nave era de 170 remeros distribuidos en 54 talamitas y zeugitas y 62 tranitas. Los aparejos eran manejados por diez marineros, el mismo número de soldados de infantería armados como hoplitas que embarcaban en el trirreme. Las tripulaciones formaban parte de la última categoría del censo de ciudadanos, los llamados thetes, enrolándose en ocasiones a esclavos y metecos. El comandante o trierarco dirigía la nave.